Clima de inquietud y desconfianza
El cardenal sako recordó que no se respetan los valores humanos y frecuentemente se niegan los derechos fundamentales.
«Los cristianos, como minoría, coexistimos en un entorno de preocupación y desconfianza. Estamos convencidos de que Dios nos creó para vivir en armonía como hermanos y hermanas y no para luchar o padecer la violencia».
Para el purpurado, el recuerdo de cuando la bandera negra del Daesh ondeaba sobre la llanura de Nínive permanece presente. Es cierto que el autodenominado Estado Islámico ha sido derrotado «pero su ideología sigue siendo robusta no solo en Iraq, sino también en otras regiones de Oriente Próximo. Por desgracia, cientos de miles de familias han tenido que abandonar el país y muchas nunca han regresado a su hogar».
Durante estos días, la comunidad cristiana caldea participa activamente en los oficios litúrgicos y en las iniciativas promovidas por las parroquias, «particularmente el Domingo de Ramos, nuestras iglesias estaban repletas de fieles – narra el patriarca – muchas familias con niños que elevaban sus oraciones a Dios pidiendo paz, armonía y serenidad. Cada uno de nosotros, a diario, tiene una necesidad acuciante de Jesús, quien puede guiarnos hacia el amor y la gracia».
La polarización del mundo
El cardenal también se refirió a las poblaciones atormentadas por la guerra, el hambre y la violencia. En particular, mencionó a los ucranianos y a los habitantes de la Franja de Gaza.
“Vivimos en un mundo dividido, en el que un país desea apoderarse del territorio de otro. Tenemos que trabajar a nivel internacional con mayor determinación y eficacia. Espero que la voz del Papa Francisco pueda tocar los corazones y convencer a los involucrados en enfrentamientos armados de que depongan las armas y establezcan un diálogo conciliador”
«En esta Semana Santa – prosiguió el cardenal Sako – renovamos nuestra fe en Dios, el Dios que resucitó a Jesucristo y que puede ayudar a resolver tantos problemas críticos del mundo. Esta es nuestra esperanza en esta singular semana del año. Una Semana Santa que nos invita a reflexionar sobre las etapas de la vida de Jesús y el significado profundo de esta Pascua de resurrección. Jesús es el modelo que debemos emular. Centrémonos, entonces, en Él, en nuestra decisión de ser sus discípulos, para que nada nos impida seguirlo».
El ejemplo de Juan
El patriarca de Bagdad de los Caldeos, en su mensaje de Pascua, exhortó a los creyentes a actuar como Juan, el hijo de Zebedeo, quien permaneció con Jesús mientras otros discípulos se dispersaban, como las mujeres (María) que lo acompañaron como discípulas en cada fase de su existencia hasta el final, o como Simón de Cirene que llevó la cruz en su lugar, o como la Verónica que secó la sangre y el sudor de su rostro. Para el cardenal Sako, «los discípulos deben esforzarse para que su fe no flaquee».
«La fe es un sentimiento profundo, una conexión de amor y confianza en Dios, no una impresión de ‘fachada’. La fe es un ‘ser’ que orienta nuestro comportamiento, no algo que poseemos y consumimos».
Y en alusión a los eventos de la Pasión narrados en los Evangelios, el patriarca calificó de «vergonzosa» la actitud de la multitud que primero vitoreó a Jesús al ingresar a Jerusalén y luego clamó ante el gobernador romano Pilato: «¡Crucifícalo, crucifícalo! ».
«La muerte no es el final – prosiguió el cardenal – y Jesús estaba convencido de que su vida no concluiría trágicamente. Hemos observado cómo la cruz se transformaba en gloria y celebración de la resurrección. Es como un segundo Éxodo. Las apariciones de Jesús a sus discípulos les proporcionan fortaleza y alegría para iniciar una nueva vida y dar testimonio de Él. Su fe y confianza en Su resurrección – concluyó el patriarca – les permite crecer, refuerza su relación con Él y enriquece su camino de amor por Él y por los demás».
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